Afortunadamente, nuestros peques con ATR no necesitan un donador para salir adelante. La libran con el tiempo y un ganchito, y muchísima paciencia y artimañas (por no mencionar neuronas) maternales.
Batallar con los citratos y la hiporexia seguramente le parecerían muy poca cosa a una madre que espera impotente a que un donador altruista le de un riñón, y una segunda oportunidad, a su querido hijo...